martes, 22 de abril de 2014

Compartiendo un pito con mi perro

Mi perro me miraba hacia rato
 y no me había dado cuenta.
Miraba el perro con curiosidad sana
aquello que tal silbido provocaba.
Pero pesado es el ojo del perro
gravedad propia lleva integrada.
Sentí de lejos su presencia
y noté que me miraba.
con humildad bajó el hocico a la pata
y caché en su gesto una humana tristeza.
Alargué mi mano a su cabeza
queriendo sobar su pena mala
¿qué pasa pepito, está bajoniao perrito?
y respondió con la misma cara
con la que hacia rato me miraba.

Compartamos yerba buena Pepito
que corra el humo sanador de las almas.

Estiré las rodillas un rato
y Don Pepo de abajo me miraba
Sus ojos grandes, nocturnos
su rostro  largo y delgado
Su cuerpo escuálido, sus orejas caídas
Su pelo mal cortado, blanco y manchado.
Casi era perceptible como tiritaba
tendí manto sobre lomo, y puse manos a su espalda.

Como no estar triste po perro
si eres el único perro entre tanto gato.
Ya quisieras tú revolcarte en la casa
y subirte a las piernas de cualquier humano
pero no, el perro siempre afuera,  condenado al ostracismo.
Su imagen blanca parece espejismo
fantasma errante del oscuro patio.
y que no te vaya a lamer el perro
y que no se te salga cuando cuando salgas a comprar.
y que no le hagas cariño que se mea!!
Pobre Pepito ¿que culpa tienes de tu incontinencia?
quizás enfriamiento sea, quizás la indiferencia.

Brillan tus ojos de criatura simple.
mirando como juega Felipe con mi zapato
a ratos como queriendo suspirar exhalas
 y cosechas en tus orejas sonidos lejanos.
Y con el tiempo detenido en tu pelaje
comprendo tus ganas de ser como el gato.

Todos queremos ser como los gatos Pepo,
todos queremos ser como los gatos.

Muro no es una palabra amarga en la lengua del gato.
Obstáculo es un concepto chistoso para el gato.
Pero para el Pepo todo es muro, y la puerta su mayor obstáculo.
Entra esta noche perrito
Pero antes contemplemos juntos las estrellas
y persigamos en silencio los misterios lejanos.

El tren revienta en su grito la noche
y alza Don Pepo su altivo semblante,
silva el viento en su cabeza pequeña
y aúllan compañeros de colas distantes.

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