Me propongo la colosal tarea de
hablar sobre la noción de Discurso y de establecer una idea más o menos clara y
precisa de lo que es un discurso en esta brevedad de páginas. Confieso ante
todo que mi intelecto se marea intentando comprender el contenido inabarcable
de la palabra discurso y se pone pálido ante la tarea que se le encomienda, pero
a pesar de ello haré todo lo posible por capturar en no más de 4 páginas lo
elemental de una noción tan nueva como la coca-cola y tan amplia como cualquier
otro concepto de la antiquísima tradición literaria.
La Noción de discurso es reciente,
comenzó a gestarse en los años 80 y es hija del postmodernismo y la
deconstrucción. Es una noción semiótica, pues quita el eje del vértice
escritural para situarlo sobre el proceso de lectura y significación.
La noción de discurso es amplia,
difícil de definir. Una definición etimológica nos llevaría al concepto latino
“discurrere” que significa correr en múltiples sentidos. Si nos imaginamos el
agua discurriendo sobre las rocas podremos tener una idea aproximada de lo que
es un discurso: una continuidad no lineal, un fluir múltiple, con muchas vías
de comunicación entre una continuidad y otra. Todo discurso entonces es
multidiscursivo, pues en él se encuentran huellas de discursos pasados,
influencias de discursos contemporáneos e indicios de discursos venideros. En
consecuencia un discurso es un fragmento, en oposición al concepto de obra, que
trae consigo la idea de totalidad y de cierre.
Todo discurso es social, porque el
lenguaje mismo es social. En consecuencia no podemos crear discursos sin
recurrir a otros discursos, así como tampoco podemos inventar lenguas vivas por
nosotros mismos. Que el discurso sea social implica también que es dialógico,
porque el discurso en sí se proyecta hacia otro, no importa que sea el más
profundo de los monólogos, ya que siempre el discurso apunta hacia la otredad,
aunque esa otredad sea un desdoblamiento del yo. Pensando en forma inversa,
toda experiencia social es discursiva. No podemos sociabilizar sin recurrir a
una multiplicidad de discursos, pues la interacción humana es discurso, así
como el discurso podría definirse a muy gruesas líneas como interacción humana,
comunicación, socialización, etc.
Pero la noción de discurso no solo
implica lo colectivo. El discurso discurre desde la individualidad hacia la
colectividad, y vice-versa. Podemos decir que un individuo a creado a lo largo
de su vida un discurso, pero podemos decir también (y con mayor razón) que han
sido los discursos los que han creado al individuo, o mejor dicho a su
individualidad. El individuo no es más que la suma de los discursos con los que
se ha topado en su vida. Su mente funciona como una esponja y como un filtro.
Por ende el discurso de un individuo es solo una adición y una selección de los
discursos con los que se ha topado, por lo que la idea de originalidad solo
aplica en cuanto es original la disposición de esta sumatoria (si, la manera en
que empecé este mini ensayo no es mía, se llama “falsa modestia” y es un tópico
que ya tiene varios siglos de uso, lo novedoso es, quizás, que estoy usando mi
introducción como ejemplo de mi argumentación, y todo esto encerrado en un
elegante paréntesis). No hay discursos originales, solo es original la reorganización
y singular apropiación de sus contenidos.
Como el discurso es un fragmento
dentro de una totalidad inabarcable y como su existencia se alza en la
interacción, los límites que lo definen no son perfectamente claros ni
cerrados. Es difícil definir donde empieza y donde termina realmente un
discurso. Un discurso no termina en un punto final, no comienza con una
mayúscula, no nace con una idea ni muere en la caída de un telón. El discurso
es un proceso que se lleva a cabo en la interacción, por ende no está en el
papel que leemos ni en las reflexiones posteriores, pero podemos encontrar sus
huellas en el antes y en el después.
La sociedad en si se ha construido
en base a la interacción múltiple de discursos en pugna. Todo discurso individual
tiene el instinto natural de perdurar y extender su existencia en otro
discursos, tal como los seres vivos tenemos el instinto natural de
reproducirnos para hacer perdurar nuestro material genético en otros seres.
Esta ambición discursiva produce competencia, y esta competencia permite que
solo los mejores discursos puedan conquistar el espacio social. Esta suerte de
selección natural es la que ha construido a la sociedad, y de esto podemos
encontrar muchos ejemplos en la historia. Sin embargo no todo discurso bueno ha
sido aceptado fácilmente en la esfera social. Muchas veces la novedad de un
discurso lo vuelve inaceptable para los miembros de una determinada sociedad. Así
tenemos el caso del discurso científico que durante mucho tiempo fue acallado
por el discurso religioso. Por ello, podemos decir que para que un discurso sea
aceptado por la colectividad tiene que tener a lo menos un 70% de referentes
conocidos, de tal manera que el material viejo sea un amplio puente para lograr
comprender el 30% restante. Aunque todo esto en realidad es muy relativo, ya
que la masa colectiva no es homogénea y cada persona recibe un discurso de un
modo diferente. La heterogeneidad de la recepción es lo que hace que todo
discurso sea polisémico (todos, incluso éste), pues tiene tantos significados
como individuos que lo lean, o incluso más, pero las significaciones producidas
no tienen un valor homogéneo en la sociedad. Un alumno puede preguntar a un
compañero que tal está su trabajo, y el compañero puede quedar impactado y
decirle que es lejos el mejor trabajo y el más original que ha leído. El alumno
luego irá feliz a mostrarle el trabajo a su profesor, pero el profesor no
opinará lo mismo, y finalmente le pondrá un 3.5, porque su trabajo no se apega
a la pauta de trabajo ni a los estatutos establecidos. Ambas apreciaciones no
tendrán el mismo peso en este caso y la que prevalecerá será la del profesor,
pues el discurso del muchacho tiene demasiados elementos nuevos volviéndolo
inaceptable para él, la apreciación de su compañero en este caso no tiene peso
para la sociedad y no puede rivalizar contra el prestigio ni la experiencia del
profesor. Los alumnos de todas las épocas tienen muy claro esto y por ello se
han limitado a reproducir las palabras de sus profesores en sus trabajos.
Por lo visto, los sentidos que le
damos a un discurso se transforman también en discursos posteriores que logran
hegemonizar a otros discursos, logrando que la gran mayoría de las personas
piense que las palabras de este autor significan esto y no aquello, o logrando
que un discurso sea considerado dentro del canon y otro no. Es así como la
interpretación de La Biblia que prevalece es la que nos da la iglesia católica
y no alguna que pueda afectar los intereses de esta institución. Ejemplos de
este fenómenos encontramos muchos y en muy distintas áreas del saber,
incluyendo por su puesto a la literatura. ¿Por qué leemos a este autor y no a
este otro? ¿Por qué leemos a Shakespeare de este forma y no de esta otra? ¿Por
qué el profesor nos implanta interpretaciones de un discurso en el cerebro
cuando nosotros tenemos una idea diferente? ¿Porqué la diferencia es siempre
rechazada a aceptada a regañadientes? Estas son interrogantes frecuentes en los
estudiantes de literatura (…creo) que tienen que ver con la pugna discursiva y
con el valor de las significaciones.
¿Qué es un discurso entonces? ¿De
qué manera los podemos definir? Parece que mientras más queremos cazar una
definición más se nos escapa. Esto es porque la idea de definición es contraria
a la idea de discurso. Definir es poner fines, poner límites, mientras que un
discurso es siempre un fragmento abierto a una totalidad más grande. El
discurso, como una neurona, extiende sus dendritas hacia otras muchas neuronas
de su sistema nervioso, de modo que sus límites se pierden entre las células
que lo influencian y las que han sido por él influenciadas. Podríamos decir que
el discurso es como la sinapsis, un proceso comunicativo múltiple,
interneuronal, colectivo y caóticamente ordenado, o podríamos decir que el
discurso es como una reacción en cadena en el interior de una bomba nuclear, un
proceso multidireccional, violento, creciente, inabarcable, en donde cada
núcleo discursivo espera el impacto de otros discursos para abrirse e impactar
luego a otro núcleos, en donde se vuelve imposible determinar cual fue el
primer núcleo que hizo fisión y cual fue la senda que siguió la reacción. El
discurso se parece también al agua, pues es multiforme, fluye desde una fuente
hacia otras muchas, se presenta pequeño como una gota o inabarcable como el mar
y produce interacción, vida y comunidad. En fin, no sé de que otra forma
definir la noción de discurso. Probablemente todo lo que presente géneros, sintaxis
y significaciones y sea organizado, diegético, dialógico, polisémico,
influyente y social debe ser considerado como un discurso, sin olvidar que solo
es un fragmento de una totalidad discursiva enorme e inabarcable.
...traigo
ResponderEliminarecos
de
la
tarde
callada
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
COMPARTIENDO ILUSION
DIEGO ARANDA
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE EXCALIBUR, DJANGO, MASTER AND COMMANDER, LEYENDAS DE PASIÓN, BAILANDO CON LOBOS, THE ARTIST, TITANIC…
José
Ramón...