domingo, 15 de julio de 2012

Más allá de los Sueños...


 Soñé que tenía la oportunidad de viajar al pasado para "enmendar" ciertos pasajes complicados de mi vida. Obviamente mi primer destino fue el año 1993, precisamente el 13 de noviembre, poco antes que mi papá saliera a trabajar al entretecho de mi tío Jorge de donde no saldría con vida. Mi intención era advertirle de que se quedara en casa ese día o se hiciera acompañar con urgencia a algún hospital, aunque no se sintiera mal ni nada. Sin embargo cuando lo vi dude en mi determinación. ¿Cómo le explicaría que un cabro que tiene casi su misma edad era su hijo que venía a salvarlo de una extraña muerte inexplicable y fulminante?. A esta complicación se le sumó una mayor, porque entendí que si mi padre sobrevivía ese día el curso anormal de los acontecimientos determinaría que mi mamá no se relacionaría con mi padrastro, yo nunca me mudaría a Pudahuel (con todas sus infinitas consecuencias) y mi hermana probablemente nunca nacería. El curso de toda mi vida y la existencia de mi hermana dependía de la resolución que tomara en ese momento. Extender artificialmente la vida de mi padre significaba negarle la existencia a mi hermana. Además era probable que a pesar de mis advertencias el raro padecimiento que secretamente afectaba a mi padre haría su efecto sin importar lo que él hiciese por evitarlo, y en ese caso mi advertencia solo serviría para atormentar las últimas horas de ese pobre hombre al hacerle saber que no sobreviviría para ver crecer a su pequeño hijo... Absorto en mis cavilaciones, de pronto lo vi pasar frente a mí, mirándome con esa sonrisa leve que la gente amable regala a los desconocidos. Me sentí congelado por fuera y ardiendo por dentro, como poseído por mil sentimientos diferentes... algo parecido a la sensación que embriaga al niño enamorado cuando sus ojos se encuentran frente a frente con los ojos de su amada. 
Y lo dejé pasar. Lo deje pasar y no hice nada, ni siquiera le respondí la sonrisa. Y él pasó con su paso seguro e inocente, de cara a su destino, con la seguridad de quien se sabe superior al tiempo. Sus ojos, más verdes que nunca, se detuvieron solo un instante en los míos y luego se clavaron para siempre en el horizonte. Su espalda se alejó siguiendo un camino que yo no podía seguir. Dobló en la esquina de la calle y lo perdí de vista. 
Al despertar el futuro seguía siendo igual que siempre, pero al menos me quedé con la sensación de haberlo visto.

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