domingo, 15 de mayo de 2011

El Génesis de La Verde Opresión.

Cuando Dios hizo al Carabinero lo levantó de entre todas las basuras e inmundos desperdicios que le sobraron de aquella vez cuando por error hizo al hombre libre. Le dotó de la inteligencia suficiente para caminar y ""hablar"", y luego de esto lo vistió, pero no con una simple y franca hoja verde, sino con una gruesa y oscura armadura del mismo color. Le dio entonces un firme casco que protegiera su frágil cerebro, le dio un chaleco antibalas para que nunca un proyectil traspasara su inexistente corazón, y así, parte por parte, calzó y vistió reciamente lo único que esté ser poseería: Su materialidad.
Una vez vestido y armado, le dijo suave y lentamente al oído, para que lograra comprender bien: "Con esta luma y con este escudo defenderás nuestros gloriosos poderes fácticos: nuestra política y nuestra religión. Honrarás al sistema y al estado. Defenderás nuestros dogmatismos por sobre todas las cosas y no consentirás pensamientos ni deseos subversivos. Llevarás la obediencia y la sumisión a las almas libres que decidieron morder la manzana que tu nunca probarás, llevarás el miedo y la represión a todo aquél que se oponga a ser un cordero más de la sociedad de Dios. Enmudecerás al mundo con el ruido de tu fusil. Construirás con sangre y fuego una sociedad obediente, una sociedad mejor. Matarás a tu hermano, o a tu hijo, si es una orden de tu superior... No cuestionarás, no tendrás ninguna voluntad más que la de obedecer. Destruirás con el plomo y la metralla los sueños de los hijos del saber. Lucharás con humo, fuego y agua las humildes y tímidas intifadas de este largo país. En tu pecho llevarás el <orden y patria> en vez de un humano y libre corazón."
Una vez dicho esto le señaló con el dedo las gloriosas armas de la divina opresión: Un gran dragón verde que escupía ríos envenenados por la boca, una caballería más grande y poderosa que la de Alejandro el Conquistador, poderosos y velocípedos carros de batalla, legiones de cascos verdes, naves terrestres para el transporte de la obediente mesnada. Miles de negros trabucos de mano que lanzan saetas metálicas  repletas de peste negra, carros que portan el humo y la enfermedad para quien se les acerca, mazmorras que van, escogen y capturan arbitrariamente a los reos que poblarán su negro vientre... y muchos otros juguetes que no cabían ni en el campo visual  ni en el éxtasis del carabinero.
Así esta pobre criatura miró toda la bondadosa crueldad que se le prometía y la comparaba con lo que el otro, el enemigo, humildemente ofrecía: Piedras que volaban atrevidas, como el ave que libre cruza los cielos limpios sin  reparar en su incierto destino. Ansias de salvar un mundo que muere en manos de la avaricia y el dinero, impotencias que se desbordan lentamente por calles y caminos, en ordenado y contenido caos, como quienes avanzan silenciosos y compungidos hacia el Tártaro... miles de cabezas que marchan airosas y unidas hacia su irremediable dispersión... panfletos denunciantes, manos que en lo alto empuñan la esperanza, miles de caras y corazones unidos en la lucha y la voluntad insoslayable, legiones de gentes armadas de valor, firmeza y tesón. Clamores que entre muchos conforman la voz de esa confusa y aglomerada multitud, la cual como un gigantesco monstruo, amorfo y anhelante, huye bramando cuando un disparo certero le arranca de cuajo una parte de su heterogéneo y humano ser.
Viendo todo aquello, el soldado se dijo a sí mismo que no había por donde perderse: era mejor obedecer. Era mejor obedecer, seguir las instrucciones que desde arriba se nos dictan sin chistar ni cuestionar. Era mejor abandonar la esperanza y arrimarse a la sombra de los poderosos, era mejor ser herramienta y no herrero, era mejor que otros decidan lo que es mejor y no sufrir intentando cambiar una realidad hecha a la medida de los grandes de este mundo. Era mejor luchar por un orden conocido que por una realidad utópica e incierta... era mejor callar y obedecer...
Y así el carabinero empuñó bien firme la luma y levantándose del fango bendito se cuadró ante la gloriosa tarea que lo esperaba y que sólo él, el mártir, el héroe, el elegido, el salvador; únicamente podía realizar: reprimir al subversivo y asegurar la corrompida paz de esta nación.
Y así, esperando ordenes con la frente en alto y el pecho inflado de vacío orgullo, el protector del débil aguardó con ansias el siguiente intento de revolución.

2 comentarios:

  1. Dieeeego! Súper acorde a lo que he sentido hoy! Pacos de mierda, quedé toda mojá y aún me muero de frío por su culpa ... maldito guanaco!

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  2. Me parece que podrias decirme como han sido las policias de los regimenes revolucionrios.... por que quiza la nuestra no sea ni un atisbo de lo represivo que puede llegar a ser alguien.
    Ojala pudieramos vivr tranquilos y ser todos hermanos, pero es una Utopia, al igual que la anarkia.... por que siempre habra un lider natural que guiara a los demas, en cualquier sistema, incluso "antisitemico" el hombre rebaño (Nietzsche) seguira al mas fuerte, y siempre habra un codigo que te dira que hacer y que no, y quienes trasgredan eso seran condenados de alguna manera...
    Toma como referencia el Leviatan de Thomas Hobbs.... es inherente al hombre el querer resguardar intereses propios de otros....

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